DOCENTE: ESMERALDA
BRAVO
ASIGNATURA: ÉTICA
GRADO: UNDÉCIMO
ÉTICA PARA AMADOR-
CAPITULO PRIMERO
DE QUÉ VA LA ÉTICA ( PARA QUÉ SIRVE LA ÉTICA)
Hay ciencias
que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para aprender
una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un
puesto de trabajo y ganarse con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni
necesidad de realizar tales estudios, podemos prescindir tranquilamente de
ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se
las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento
no tener ni
idea de astrofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas
satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la
fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás
bastante pez en béisbol. No tiene mayor importancia, disfrutas con los
mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y todos tan contentos.
Lo que quiero
decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie
es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad
lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería,
ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero
se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele
decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que saltar
desde el balcón de un sexto piso no es cosa
buena para la
salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los faquires!) y ácido
prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno
cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias
serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se
puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir. En una palabra,
entre todos los saberes posibles existe al menos
uno
imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos
convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni ciertas
actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos convienen si queremos seguir
viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser
muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de enemigos posibles.
Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables
gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado.
De modo que
ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno»
porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo
eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre
lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir -todos sin
excepción- por la cuenta que nos trae.
Como he
señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo
que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el
agua puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas
no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen
sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos
aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos
convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan
con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye
la confianza en la palabra -y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad-
y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso
mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a
alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la
verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas
horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena.
Buscar gresca con los demás ya hemos dicho que es por lo común inconveniente,
pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin
intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al. Que siempre
dice la verdad -caiga quien caiga- suele cogerle manía todo el mundo; y quien
interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida -es más
probable que se vea con la crisma rota que quien se va silbando a su casa. Lo
malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasiones
apariencias de malo. Vaya jaleo.
Lo de saber
vivir no resulta tan fácil porque hay diversos criterios opuestos respecto a
qué debemos hacer. En matemáticas o geografía hay sabios e ignorantes, pero los
sabios están casi siempre de acuerdo en lo fundamental. En lo de vivir, en
cambio, las opiniones distan de ser unánimes. Si uno quiere llevar una vida emocionante,
puede dedicarse a los coches de fórmula uno o al
alpinismo;
pero si se prefiere una vida segura y tranquila, será mejor buscar las
aventuras en el videoclub de la esquina. Algunos aseguran que lo más noble es
vivir para los demás y otros señalan que lo más útil es lograr que los demás
vivan para uno. Según ciertas opiniones lo que cuenta es ganar dinero y nada
más mientras que otros arguyen que el dinero sin salud, tiempo libre,
afecto
sincero o serenidad de ánimo no vale nada. Médicos respetables indican que
renunciar al tabaco y al alcohol es un medio seguro de alargar la vida, a lo
que responden fumadores y borrachos que con tales privaciones a ellos desde
luego la vida se les haría mucho más larga. Etc.
En lo único
que a primera vista todos estamos de acuerdo es en que no estamos de acuerdo
con todos. Pero fíjate que también estas opiniones distintas coinciden en otro
punto: a saber, que lo que vaya a ser nuestra vida es, al menos en parte,
resultado de lo que quiera cada cual. Si nuestra vida fuera algo completamente determinado
y fatal, irremediable, todas estas disquisiciones carecerían del más mínimo
sentido. Nadie discute si las piedras
deben caer
hacia arriba o hacia abajo: caen hacia abajo y punto.
Los castores
hacen presas en los arroyos y las abejas panales de celdillas hexagonales: no
hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se
dediquen a la ingeniería hidráulica. En su medio natural cada animal parece
saber
perfectamente
lo que es bueno y lo que es malo para él sin discusiones ni dudas. No hay
animales malos ni buenos en la naturaleza, aunque quizá la mosca considere mala
a la araña que tiende su trampa y se la come. Pero es que 1a araña no lo puede
remediar... Voy a contarte un caso dramático. Ya conoces a las termitas, esas
hormigas blancas que en África levantan impresionantes hormigueros de varios
metros de alto y duros como la piedra. Dado que el cuerpo de las termitas es
blando, por carecer de la coraza
Quitinosa que
protege a otros insectos, el hormiguero les sirve de caparazón colectivo contra
ciertas hormigas enemigas, mejor armadas que ellas. Pero a veces uno de esos hormigueros
se derrumba, por culpa de una riada o de un elefante (a los elefantes les gusta
rascarse los flancos contra los termiteros, qué le vamos a hacer). En seguida,
las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su dañada fortaleza, a
toda prisa. Y las grandes hormigas enemigas se lanzan al asalto. Las
termitas-soldado salen a defender a su tribu e intentan detener a las enemigas.
Como ni por tamaño ni por armamento pueden competir con ellas, se cuelgan de los
asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces
mandíbulas de sus asaltantes las van despedazando. Las obreras trabajan con
toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran
dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus
vidas por la seguridad de las demás. ¿No merecen acaso una medalla, por lo
menos? ¿No es justo decir que son valientes?
Cambio de
escenario, pero no de tema. En la Ilíada, Homero cuenta la historia de Héctor,
el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su
ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es
más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su
deber, que consiste en defender a su familia y a sus conciudadanos del terrible
asaltante. Nadie duda de que Héctor es un héroe, un auténtico valiente. Pero
¿es Héctor heroico y valiente del mismo modo que las termitas-soldado, cuya
gesta millones de veces repetida ningún Homero se ha molestado en contar? ¿No
hace Héctor, a fin de cuentas, lo mismo que cualquiera de las termitas
anónimas? ¿Por qué nos parece su valor más auténtico y más difícil que el de
los insectos? ¿Cuál es la diferencia entre encaso y otro?
Sencillamente,
la diferencia estriba en que las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen
que hacerlo, sin poderlo remediar (como la araña que se come a la mosca).
Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere. Las
termitas-soldado no pueden desertar, ni rebelarse, ni remolonear para que otras
vayan en su lugar: están programadas necesariamente por la naturaleza para
cumplir su heroica misión. El caso de Héctor es distinto. Podría decir que está
enfermo o que no le da la gana enfrentarse a alguien más fuerte que él. Quizá
sus conciudadanos le llamasen cobarde y le tuviesen por un caradura o quizá le
preguntasen qué otro plan sele ocurre para frenar a Aquiles, pero es indudable
que tiene la posibilidad de negarse a ser héroe. Por mucha presión que los
demás ejerzan sobre él, siempre podría escaparse de lo que sesione que debe
hacer: no está programado para ser héroe, ningún hombre lo está. De ahí que
tenga mérito su gesto y que Homero cuente su historia con épica emoción. A
diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su
valor.
Y así
llegamos a la palabra fundamental de todo este embrollo: libertad. Los animales
(y no digamos ya los minerales o las plantas)no tienen más remedio que ser tal
como son y hacer lo que están programados naturalmente para hacer. No se les
puede reprochar que lo hagan ni aplaudirles por ello porque no saben
comportarse de otro modo. Tal disposición obligatoria les ahorra sin duda
muchos quebraderos de cabeza. En cierta medida, desde luego, los hombres
también estamos programados por la naturaleza.
Estamos
hechos para beber agua, no lejía, y a pesar de todas nuestras precauciones
debemos morir antes o después. Y de modo menos imperioso pero parecido, nuestro
programa cultural es determinante: nuestro pensamiento viene condicionado por el
lenguaje que le da forma (un lenguaje que se nos impone desde y que no hemos
inventado para nuestro uso personal) y somos educados en ciertas tradiciones,
hábitos, formas de comportamiento, leyendas ... ; en una palabra, que se nos inculcan
desde la cunita unas fidelidades y no otras. Todo ello pesa mucho y hace que
seamos bastante previsibles. Por ejemplo, Héctor, ese del que acabamos de
hablar. Su programación natural hacia que
Héctor sintiese
necesidad de protección, cobijo y colaboración, beneficios que mejor o peor
encontraba en su ciudad de Troya.
También era
muy natural que considerara con afecto a su mujer
Andrómaca
-que le proporcionaba compañía placentera- y a su hijito, por el que sentía
lazos de apego biológico-Culturalmente, se sentía parte de Troya Y compartía
con los troyanos la lengua, las costumbres y las tradiciones. Además, desde
pequeño le habían educado para que fuese un buen guerrero al servicio de su ciudad
y se le dijo que la cobardía era algo aborrecible, indigno de un hombre. Si
traicionaba a los suyos, Héctor sabía que se vería despreciado y que le
castigarían de uno u otro modo. De modo qué también estaba bastante programado
para actuar como lo hizo, ¿no? Y sin embargo...
Sin embargo,
Héctor hubiese podido decir: ¡a la porra con todo!
Podría
haberse disfrazado de mujer para escapar por la noche de
Troya, o
haberse fingido enfermo o loco para no combatir, o haberse arrodillado ante
Aquiles ofreciéndole sus servicios como guía para invadir Troya por su lado más
débil; también podría haberse dedicado a la bebida o haber inventado una nueva religión
que dijese que no hay que luchar contra los enemigos sino poner la otra mejilla
cuando nos abofetean. Me dirás que todos estos comportamientos hubiesen sido
bastante raros, dado quien era
Héctor y la
educación que había recibido. Pero tienes que reconocer que no son hipótesis
imposibles, mientras que un castor
que fabrique
panales o una termita desertora no son algo raro sino estrictamente imposible.
Con los hombres nunca puede uno estar seguro del todo, mientras que con los
animales o con otros seres naturales sí por mucha programación biológica o
cultural que tengamos, los hombres siempre podernos optar finalmente por algo
que no esté en el programa (al menos, que no esté del todo).
Podemos decir
«sí» o «no», quiero o no quiero. Por muy achuchados que nos veamos por las
circunstancias, nunca tenemos un solo camino a seguir sino varios.
Cuando te
hablo de libertad es a esto a lo que me refiero. A loque nos diferencia de las
termitas y de las mareas, de todo lo que se mueve de modo necesario e
irremediable. Cierto que no podemos hacer cualquier cosa que queramos, pero
también cierto que no estamos obligados a querer hacer una sola cosa. Y aquí
conviene señalar dos aclaraciones respecto a la libertad:
Primera: No
somos libres de elegir lo que nos pasa (haber nacido tal día, de tales padres y
en tal país, padecer un cáncer o ser atropellados por un coche, ser guapos o
feos, que se empeñen en conquistar nuestra ciudad, etc.), sino libres para
responder a lo que nos pasa de tal o cual modo (obedecer o rebelarnos, ser
prudentes o temerarios, vengativos o resignados, vestirnos a la moda o
disfrazarnos de oso de las cavernas, defender Troya o huir, etc.).
Segunda: Ser
libres para intentar algo no tiene nada que ver con lograrlo indefectiblemente.
No es lo mismo la libertad (que consiste en elegir dentro de lo posible) que la
omnipotencia (que sería conseguir siempre lo que uno quiere, aunque pareciese
imposible).
Por ello,
cuanta más capacidad de acción tengamos, mejores resultados podremos
obtener de nuestra libertad. Soy libre de querer subir al monte Everest, pero
dado mi lamentable estado físico y mi nula preparación en alpinismo es prácticamente
imposible que consiguiera mi objetivo. En cambio soy libre de leer o no leer,
pero como aprendí a leer de pequeñito la cosa no me resulta demasiado difícil
si decido hacerlo. Hay cosas que dependen de mi voluntad (y eso es ser libre)
pero no todo depende de mi voluntad (entonces sería omnipotente), porque
en el mundo hay otras muchas voluntades y otras muchas necesidades que no controlo
a mi gusto. Si no me conozco ni a mí mismo ni al mundo ñeque vivo, mi libertad
se estrellará una y otra vez contra lo necesario.
Pero, cosa
importante, no por ello dejaré de ser libre... aunque me escueza.
En la
realidad existen muchas fuerzas que limitan nuestra libertad, desde
terremotos o enfermedades hasta tiranos. Pero también nuestra libertad es una
fuerza en el mundo, nuestra fuerza. Si hablas con la gente, sin embargo,
verás que la mayoría tiene mucha más conciencia de lo que limita su libertad
que de la libertad misma. Te dirán: «¿Libertad? ¿Pero de qué libertad me hablas?
¿Cómo vamos a ser libres, si nos comen el coco desde la
televisión,
si los gobernantes nos engañan y nos manipulan, si los terroristas nos
amenazan, si las drogas nos esclavizan, y si además me falta dinero para
comprarme una moto, que es lo que yo quisiera?» En cuanto te fijes un poco,
verás que los que así hablan parece que se están quejando pero en realidad se
encuentran muy satisfechos de saber que no son libres. En el fondo piensan:«¡Uf!
¡Menudo peso nos hemos quitado de encima!
Como no somos
libres, no podemos tener la culpa de nada de lo que nos ocurra... »Pero
yo estoy seguro de que nadie -nadie- cree de veras que no es libre,
nadie acepta sin más que funciona como un mecanismo inexorable de relojería o
como una termita. Uno puede considerar que optar libremente por ciertas cosas
en ciertas circunstancias es muy difícil (entrar en una casa en llamas
para
salvar a un
niño, por ejemplo, o enfrentarse con firmeza a un tirano) y que es mejor decir
que no hay libertad para no reconocer que libremente se prefiere lo más fácil,
es decir, esperar a los bomberos o lamer la bota que le pisa a uno el cuello.
Pero dentro de las tripas algo insiste en decirnos: «Si tú hubieras querido...
»
Cuando
cualquiera se empeñe en negarte que los hombres somos libres, te aconsejo que
le apliques la prueba del filósofo romano. En la antigüedad, un filósofo romano
discutía con un amigo que le negaba la libertad humana y aseguraba que todos
los hombres no tienen más remedio que hacer lo que hacen. El filósofo cogió su
bastón y comenzó a darle estacazos con toda su fuerza. « ¡Para, ya está bien,
no me pegues más! », le decía el otro. Y el filósofo, sin dejar de zurrarle,
continuó argumentando: « ¿No dices que no soy libre y que lo que hago no tengo
más remedio que hacerlo? Pues entonces no gastes saliva pidiéndome que pare:
soy automático.
»Hasta que el
amigo no reconoció que el filósofo podía libremente dejar de pegarle, el
filósofo no suspendió su paliza. La prueba es buena, pero no debes utilizarla
más que en último extremo y siempre con amigos que no sepan artes marciales...
En resumen: a
diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar
y elegir en parte nuestra forma de vida.
Podemos optar
por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo
que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos,
que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele
pasarles.
De modo que
parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto
saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres,
es a lo que llaman ética.
De ello, si
tienes paciencia, seguiremos hablando en las siguientes páginas de este libro.
PARA PENSAR
«La libertad
no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la
conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí
o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el
signo contradictorio de la naturaleza humana» (Octavio Paz, La otra voz).
«La vida del
hombre no puede "ser vivida" repitiendo los patrones de su especie;
es él mismo -cada uno- quien debe vivir. El hombrees el único animal que puede
estar fastidiado, que puede estar disgustado, que puede sentirse
expulsado del paraíso» (Erich Fromm, Ética y psicoanálisis)
TRABAJO PERSONAL
Dar un breve comentario y plantear reacción personal frente a lo
expuesto por el autor argumentando sólidamente tu posición
Nota: El comentario debe ser breve y debe ser entregado a las 24 horas
del día 21 de febrero de manera física o por este medio
TALLER
Lee atentamente el primer capítulo ¿De
qué va la Ética? Después contesta a las siguientes preguntas
1. "La mentira es algo en general malo, porque destruye
la confianza en la palabra —y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad—
y crea enemistades con las personas;
pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna
ventajilla." Explica
esto, pon un ejemplo y añade otros casos en los que lo que aparentemente está
mal, es necesario para nosotros.
2. ¿Qué significa que los animales “no saben comportarse de otro
modo"? Razona tu respuesta.
3. Realiza una lista de
características que posee todo ser humano y no el resto de animales.
4. Explica la siguiente frase: "No
somos libres de elegir lo que nos pasa, sino libres para responder a lo que nos
pasa de tal o cual modo".
Construye una definición lo más precisa de lo que entiendes por "libertad". Añade un ejemplo.
Construye una definición lo más precisa de lo que entiendes por "libertad". Añade un ejemplo.
5. Realiza una lista de cosas en las
que no somos libres.
6. Elabora una lista de las cosas que nos convienen y otra
de las que no nos conviene.
7. Otra con cosas que conviene saber, pero
podemos prescindir de ellas.
8. Otra con cosas que es vital saber para
sobrevivir y ser feliz.
9. Sabes cuál es la
diferencia entre no robar porque está prohibido y no robar porque tu reflexión
te ha permitido comprender que no es bueno hacerlo?
Con aprecio y respeto
Esmeralda
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