domingo, 29 de mayo de 2011

La etica y la Moral Grado Décimo

LA MORAL Y LA ÉTICA.


GUIA 2

Andrés se colocó en el centro de la sala. No le gustaba dirigirse al auditorio desde la mesa grande que había sobre el entarimado. Después, indicó que no era necesario tomar apuntes:

-Son asuntos de los que ya hemos hablado con anterioridad.

Volvió a insistir en que se trataba de tres postulados que quería que recordasen para que comprendieran mejor el sentido del trabajo a realizar y comenzó su discurso:

-Primer postulado. Desde el mismo instante en que venimos al mundo los seres humanos desarrollamos ciertas actitudes hacia las cosas que nos rodean.

El profesor advirtió que la mayoría había olvidado el significado de lo que acababa de expresar y se detuvo a explicarlo haciendo uso de un ejemplo.

-Pensemos en un recién nacido. ¿No es cierto que manifiesta actitudes hacia las cosas que tiene a su alrededor? En términos generales, cualquier bebé mostrará una actitud de agrado al oír la voz de su madre y una actitud de desagrado al oír sonidos estridentes. Del mismo modo, es fácil comprobar cómo mantendrá una actitud de acercamiento hacia los objetos de colores llamativos y una actitud de indiferencia o rechazo hacia los colores apagados.

El profesor volvió a fijarse en los rostros de los muchachos y dio por sentado que ahora sí le habían entendido. Entonces aprovechó para hacer una puntualización:

-Estas actitudes que desarrollamos al inicio de nuestra vida pueden permanecer inalteradas en el futuro o experimentar cambios. Así, el bebé del que hablamos, cuando se haga mayor, puede que ya no manifieste una actitud de indiferencia, sino de atracción hacia los tonos pastel, y que manifieste una actitud de rechazo hacia los tonos vivos. O puede que incluso haya pasado a tener una actitud de repulsa hacia la voz de su madre y una actitud de satisfacción al escuchar un solo de batería.

¿De qué dependen estos cambios de actitud? Dependen, fundamentalmente, de los estímulos o de las influencias que recibimos a lo largo de nuestra vida por parte de determinadas personas, como nuestros padres, educadores, amigos, etcétera, y por parte también de ciertas instituciones en el marco de nuestra tradición cultural como, por ejemplo, las que tienen que ver con la ciencia, el arte, la política o la religión.

Dicho esto, Andrés añadió que la cuestión de las influencias o de los procesos de aprendizaje a los que se nos somete para que desarrollemos unas actitudes y no otras, era un tema fascinante que quizás abordarían en otra ocasión; después prosiguió:

-Segundo postulado. Al desarrollar actitudes hacia los fenómenos u objetos que existen a nuestro alrededor, lo que estamos haciendo, a fin de cuentas, es otorgarles un valor o valorarlos.

En efecto, cuando mantenemos una actitud de admiración hacia algo, pongamos por caso una flor, lo que estamos haciendo es valorarla; positivamente, como es obvio. Y cuando ejercemos una actitud de repulsa hacia algo como por ejemplo una escopeta de cañones recortados, lo que hacemos,

al fin y al cabo, es también asignarle un valor; negativo esta vez.

-¿Y no puede ser que yo encuentre algo negativo en una flor y algo positivo en una de esas escopetas? -cuestionó Pedro.

-Desde luego que sí -respondió el profesor-. Tú puedes valorar negativamente una rosa porque te recuerda un desengaño amoroso que tuviste, y valorar positivamente una escopeta de cañones recortados porque te maravilla el funcionamiento de su mecanismo.

Los valores no son propiedades ni de los fenómenos ni de los objetos.

Y hablamos de fenómenos para referirnos a las cosas que se valoran pero que no son objetos, como una sonrisa, un estado de ánimo, una puesta de sol. Los valores no son algo que lleven en sí mismos los fenómenos o los objetos. Son algo que creamos las personas al relacionarnos con ellos.

Cada persona crea sus propios valores, y a veces concuerdan con los de otras personas y a veces no.

Al hilo de la intervención de su compañero, Jordi preguntó si todas nuestras

actitudes o valoraciones sólo pueden expresarse en términos de “esto me

resulta positivo” o “esto me resulta negativo”. Andrés contestó que no:

-Cierto es que todas nuestras actitudes o valoraciones tienen que ver o bien con consideraciones de tipo positivo o bien con consideraciones de tipo negativo, pero a la hora de valorar utilizamos términos muy diversos.

Para referirnos a nuestro estado de salud, por ejemplo, hemos creado valores como sano/enfermo, fuerte/débil, etcétera. Para referirnos a nuestras sensaciones tenemos valores como placentero/doloroso, agradable/ desagradable. Para expresar la disponibilidad de una cosa que podemos obtener a cambio de dinero, hemos inventado valores económicos como caro/barato, asequible/inasequible. Y asimismo hemos establecido la existencia de valores estéticos como bello/feo, valores científicos como verdadero/falso y valores religiosos como sagrado/profano.

Andrés simuló estar contando con los dedos y cuando hubo terminado lanzó una nueva pregunta:

-¿He expuesto todos los tipos de valores que hay o me he dejado alguno?

Nadie se atrevió a responder.

-¿Están todos?

-Faltan los valores morales -contestó alguien.

-¡Muy bien! -exclamó el profesor, y añadió:

Tercer postulado. Los seres humanos creamos valores morales.

¿Y qué son los valores morales? -volvió a interrogar.

-Son los valores que desarrollamos gracias a que somos seres morales – contestó Gema.

El hombre dijo estar de acuerdo con lo que acababa de afirmar la alumna

y avanzó un poco más en su explicación.

-Los valores morales son valores que utilizamos para referirnos a las acciones que realizamos las personas y que tienen consecuencias para nosotros mismos o para nuestros semejantes, y para referirnos a las personas que realizan dichas acciones. Así, por ejemplo, podemos utilizar el valor “buena” para referirnos a la acción que ha realizado una joven al ayudar a un anciano a cruzar la calle, o para referirnos a la joven en cuestión, claro está, por haber realizado semejante acción.

-¿Y matar a una hormiga se puede considerar como una acción “mala”?

-quiso saber Manolo.

Manolo era el mayor de los alumnos de su grupo. Casi todos le llamaban Choped, porque de niño los bocadillos que llevaba al colegio o que merendaba en el parque solían contener ese embutido. Había repetido tres veces. Pero desde que el pasado año se había enfrentado a dos chavales de otro instituto que hacían la vida imposible a Vicente, éste se había convertido en su amigo inseparable y no dejaba de ayudarle en los estudios, habiendo conseguido que en el último curso, por primera vez en su vida, no le quedaran asignaturas suspensas para septiembre.

-Primero habría que preguntarse si se trata de una acción deliberada o no.

-Supongamos que no.

-Pues entonces no podemos valorarla ni como “buena” ni como “mala”

-y el profesor ofreció el siguiente razonamiento:

Para poder otorgar valores a las acciones o a las personas que las llevan a cabo es necesario que esas acciones hayan sido ejecutadas con voluntariedad.

-Bueno, pues supongamos que he aplastado a la hormiga queriendo - continuó Manolo.

-Pues entonces, en segundo lugar, debes preguntarte si tu acción tendrá consecuencias para otras personas.

-¿Qué consecuencias va a tener? Yo creo que ninguna.

-¿Puedes estar completamente seguro?

Manolo afirmó que sí.

-Pues a mí me parece que con tu acción estás atentando contra la naturaleza.

Y atentar contra la naturaleza, sea en la medida que sea, tiene y tendrá consecuencias nefastas para los seres humanos.

El joven se quedó pensativo. Cristina aprovechó el momento para hacer una observación:

-Profe, los valores morales también se usan para caracterizar las cosas.

-A ver, ponme un ejemplo.

-Cuando digo que éste es un “buen” precio, o cuando digo que hoy hace un “buen” día...

-No, Cristina. Fíjate bien: cuando dices que algo tiene un “buen” precio no estás efectuando una valoración moral, sino económica. Lo que realmente pretendes significar es que el artículo con el precio asignado te parece barato o asequible. Y cuando dices que hoy hace un día “bueno” ocurre otro tanto: tu valoración no es moral, sino estética. Tu dictamen tiene como objetivo hacer referencia a la belleza que para tu gusto tiene el día de hoy.

Tampoco hubo réplica en esta ocasión.

-Bueno, hasta el momento lo que hemos hecho ha sido dar tres pasos para llegar a la afirmación de que el ser humano es un ser creador de valores morales -resumió el instructor-. Ahora quiero que nos planteemos dos cuestiones más. En cuanto lo hayamos hecho, habremos llegado al punto al que quería llegar para que entendáis por qué son tan interesantes los trabajos que vais a hacer.

Los jóvenes permanecían bastante atentos. Cuando Andrés callaba tan sólo se oía el murmullo de una o dos parejas sentadas atrás del todo. -Primera cuestión: ¿Son necesarios los valores morales? Con otras palabras: ¿Sirve para algo valorar las acciones de las personas, o a las personas que las ejecutan?

La mayoría de los asistentes se mostraron confusos al escuchar tales interrogantes. Tras percatarse de ello, Andrés planteó la cuestión con otras preguntas distintas:

-¿Sirve para algo la afirmación de que una acción como robar es mala y una acción como ayudar a los necesitados es buena? ¿Y la afirmación de que

Stalin fue una mala persona y la madre Teresa de Calcuta una buena mujer?

A través de gestos los chavales reconocieron que sí, que servían para algo.

-¿A ver, para qué sirven las valoraciones de carácter moral?

-Para indicarnos cómo debemos y cómo no debemos comportarnos

–dijo Jordi.

-¡Eso es! -exclamó el profesor, y añadió lo siguiente:

Los animales actúan siempre movidos por sus instintos. Una leona hambrienta, por ejemplo, no tiene que plantearse si es bueno o malo matar a su presa para comérsela. Su instinto la lleva directamente a matarla, comportándose así como le corresponde por naturaleza.

Pero los seres humanos somos diferentes. Aunque tengamos instintos como, por ejemplo, el instinto de supervivencia o el instinto sexual, estamos dotados de una facultad que no poseen los animales: la razón. Esta facultad tiene una capacidad superior a la de los instintos para determinar nuestro comportamiento.

En efecto, gracias a la razón los seres humanos no estamos obligados a realizar exclusivamente las acciones “ordenadas” por nuestros instintos.

Gracias a la razón podemos proponernos acciones alternativas. Así, bien puede ocurrir que una persona se vea incitada, instintivamente, a intentar tener una relación sexual con otra persona, y que su racionalidad evite que efectúe semejante acción y le inste a llevar a cabo otras como darse una ducha de agua fría o escribir una poesía.

Con todo, se trata de destacar el hecho de que, gracias a que tenemos razón, los seres humanos disponemos frecuentemente de varias opciones a la hora de actuar. Y al disponer de varias opciones, podemos elegir. Pero, ¿sabemos a ciencia cierta qué nos conviene elegir? La verdad es que no, al menos cuando se nos presenta un caso complicado. Pues bien, precisamente aquí es donde se descubre la importancia de las valoraciones y las normas morales: ¡son como guías u orientaciones que se nos ofrecen a modo de ayuda para realizar un determinado tipo de elecciones de gran trascendencia en nuestras vidas!

Nada más oír esto, Pablo sacudió su cabellera rizada, se remangó una vieja camiseta gris en la que figuraba escrita con letras de receta médica la palabra “muévete” –era la que más le gustaba llevar puesta de entre todas las que formaban parte de su colección de vestimentas con lemas reivindicativos levantó la mano.

A Pablo sus compañeros le llamaban Cero Siete, porque los dos últimos años se había encargado de organizar sendas acampadas de fin de semana a la entrada del instituto solicitando que el ayuntamiento destinara un 0’7 por ciento de su presupuesto para ayuda a los países subdesarrollados.

Al verle con la mano levantada, Andrés le pidió que hablase.

-Bien. Supongamos que una yonqui está embarazada y no sabe si tener a su hijo, porque tiene un sida muy chungo y además le han asegurado que el bebé también será portador del virus. Supongamos que busca ayuda en las valoraciones morales que se dan en estos casos y se encuentra con que las hay de dos tipos: unas que dicen que no está bien abortar, y otras que dicen que no sería bueno traer al mundo a una criatura en esas condiciones. La pregunta que yo me hago es ésta: ¿a cuál de los dos tipos de valoraciones debe hacer más caso?

-Es una pregunta muy buena -advirtió el hombre-. Al menos por dos razones. En primer lugar, porque nos presenta qué es eso que he llamado antes

“un caso complicado”: un caso en el que resulta realmente difícil llevar a cabo una elección. Después, porque nos muestra algo que también ha quedado apuntado:

el hecho de que en algunas elecciones o decisiones de carácter moral no

están en juego cosas triviales, sino cosas de muchísima importancia para nosotros.

Al hilo de esta última alegación, tras haber reflexionado unos instantes, el profesor quiso añadir algo más:

-...Podría decirse que a los seres humanos, en algunas decisiones de carácter moral, nos va la vida.

-Pero aún no ha respondido a mi pregunta: ¿cuál de las dos valoraciones con que se encuentra la chica es la que más le conviene tener en cuenta a la hora de realizar su elección?

-Es que esto que me planteas, querido Pablo, constituye, precisamente,

la segunda de esas dos cuestiones que he dicho que me gustaría que tratáramos para que entendáis mejor la importancia del trabajo que vais a elaborar.

Andrés pidió calma a quienes comenzaban a impacientarse y continuó:

-Ésta es la segunda cuestión: ¿cómo podemos conocer qué valoraciones son las que más nos conviene adoptar a la hora de tomar una decisión de carácter moral?

Nadie se animó a aventurar una contestación. Todos esperaron la que no tardó en presentarles su profesor:

-Por medio de la ética. Ésta y no otra es la respuesta que andábamos buscando.

Los muchachos asintieron mecánicamente con la cabeza.

-Normalmente se tiende a pensar que la ética es lo mismo que la moral. Pero lo cierto es que son cosas distintas. La moral es la capacidad que tenemos los seres humanos para efectuar valoraciones morales. La ética es una reflexión sobre la moral. En otros términos: La moral, tal y como ya se ha explicado, es algo que desarrollamos espontáneamente desde que nacemos cada vez que valoramos las acciones de las personas

(por las consecuencias que puedan tener para ellas mismas y para sus semejantes), o las personas que las realizan. La ética, en cambio, consiste en un estudio crítico o en un razonamiento en torno a la moral o, más concretamente, en torno a las valoraciones morales. Dicho con un ejemplo: la moral sería esa facultad que lleva a un individuo a afirmar que la esclavitud humana es una injusticia. La ética aparecería en el momento en que alguien que se ha dedicado a analizar ese fenómeno, enumera una serie de razones que avalan la mencionada afirmación, tales como que fomenta la desigualdad entre las personas o que vulnera los principales derechos humanos y demuestra, en última instancia, en qué medida tales razones están correctamente fundamentadas.

De este modo, la finalidad de la ética no es otra que ayudarnos a conseguir, individual y colectivamente, el bienestar, la felicidad.

Pablo había levantado nuevamente la mano, pero Andrés, imaginando cuál iba a ser su requerimiento, adelantó lo siguiente:

-Volviendo a tu pregunta, nos encontramos con que no hay una sola ética, sino muchas éticas o teorías éticas que pueden ayudar a la chica del ejemplo a tomar la decisión más conveniente.

-¿Y todas coincidirán a la hora de decirle lo que tiene que hacer?

-Lo cierto es que no.

-¡Pues, sí que son útiles entonces las teorías éticas!

-Si lo que buscamos es que todas las éticas coincidan en sus planteamientos y nos aporten la misma solución cada vez que nos preguntemos qué hemos de hacer, quedaremos defraudados. Pero es que lo más interesante de las teorías éticas estriba en lo contrario: en que cada una de ellas propone, a través de argumentos razonables, soluciones distintas.

En el ejemplo sometido a consideración, las teorías éticas aportarán a la chica una ayuda inestimable desde el momento en que le den a conocer cuáles son las razones que aconsejan la interrupción de su embarazo y cuáles son las que aconsejan que no lo haga. Porque una vez que tenga delante las razones de uno u otro tipo, podrá examinarlas, determinar después cuáles son más sólidas o coherentes, y obrar finalmente en consecuencia. Nunca podrá estar completamente segura de haber elegido con acierto. Pero nadie puede dudar de que el riesgo de equivocarse habría sido mayor si no se hubiera informado sobre los diversos juicios éticos que se proponen para situaciones como la suya.

Al llegar a este punto Andrés se detuvo, y con un gesto de satisfacción, comunicó a los chicos que ahora ya estaba en disposición de presentarles debidamente el trabajo que había que realizar.

-Mirad, se trata de un trabajo que tiene como objetivo, precisamente, que conozcáis los contenidos fundamentales de las teorías éticas de todos los tiempos.

¡Vamos a descubrir lo que los grandes pensadores han dicho razonadamente que debemos hacer y lo que no debemos hacer para alcanzar la felicidad! ¡Vamos a conseguir una llave que nos permitirá acceder al reino de la buena vida!

A los muchachos pareció gustarles la propuesta.

-Vamos a desarrollar una historia de la ética.

A la hora de abordar las diferentes teorías éticas que se han formulad a lo largo de todas las épocas, comenzaremos por las teorías que surgen en la Grecia del siglo V a. C. Como es natural, cabe que nos preguntemos si anteriormente, en lugares como La India, China o Egipto, no se planteó ninguna de estas teorías. La respuesta de los historiadores es que no. Según la mayoría, sólo se pueden considerar teorías éticas aquellos sistemas de ideas de carácter moral que tienen una base filosófica, es decir, que están racionalmente fundamentados.

Así pues, nos dedicaremos a las éticas de la cultura occidental.

En primer lugar, abordaremos las llamadas “éticas normativas”. Éstas constituyen el núcleo de la historia de la ética. De hecho, suele decirse que forman, en su conjunto, la ética clásica.

Después, nos ocuparemos muy brevemente de las “éticas críticas” o “metaéticas”. Éstas se presentan como reflexiones en torno a las teorías éticas. Prácticamente todas ellas se han originado en el siglo XX.

Dentro de las éticas normativas distinguiremos, por un lado, las “éticas teleológicas”, y por otro, las “éticas deontológicas”.

Generalizando bastante, cabe decir que las éticas teleológicas son todas las éticas habidas hasta el siglo XVIII. Su objetivo principal consiste en especificar cuál es el “telos” (fin) al que debemos dirigir nuestras acciones, y luego, proponer una serie de normas para alcanzarlo.

En el fondo, podría decirse que todas ellas consideran como fin último el ser feliz, si bien es cierto que algunas, las que se han dado en llamar

“éticas eudemonistas” (del griego “eudaimon”, que significa “buen espíritu”), tienden a basar la felicidad o la buena vida en el desarrollo de acciones que producen bienestar psíquico o espiritual, y otras, las denominadas

“hedonistas” (del griego “hedoné”, que significa “placer”), la hacen depender, más bien, de acciones que producen bienestar físico o sensaciones físicas agradables.

En cualquier caso, hay que advertir que esta clasificación no es del todo adecuada, ya que además de no hacerse eco de varios matices ciertamente interesantes, pasa por alto el hecho de que todas las éticas eudemonistas tienen algo de hedonistas, y viceversa: a nadie se le escapa que el bienestar psíquico produce bienestar físico, y que el bienestar físico produce bienestar psíquico.

En lo que respecta, por otro lado, a las éticas deontológicas, tenemos que su máximo interés no estriba en averiguar cuál es el fin al que han de tender nuestras acciones, ni en facilitar una serie de normas que nos ayuden a lograrlo, sino en fijar cuál es el principio que ha de regir siempre nuestra conducta. Y aquí nos encontramos con tres variantes: la ética de Kant, que afirma que el principio es respetar una ley universal establecida por la razón; las éticas neocontractualistas, que sostienen que el principio consiste en respetar ciertos derechos instituidos mediante un contrato; y las éticas discursivas o dialógicas, que defienden que el principio es respetar una serie de derechos consensuados a través del diálogo.

Mientras explicaba esto, Andrés había escrito un esquema en la pizarra.

Al terminarlo, rodeó con un círculo las palabras éticas teleológicas y anunció que todos los trabajos se realizarían sobre ellas.

-Las éticas teleológicas son, prácticamente en exclusiva, las teorías éticas expuestas hasta hace un par de siglos. Son las más interesantes para nosotros, porque resultan fáciles de entender y porque se centran en la cuestión de lo que debemos hacer para lograr la felicidad.

¿Quiénes son los autores de las más representativas de ellas?

Se oyeron diferentes nombres, unos más acertados que otros, a modo de respuesta.

Tere aprovechó para preguntar si podían hacer los trabajos en grupos de dos o tres. Andrés contestó que no tenía inconveniente, siempre y cuando la calidad del trabajo fuera proporcional al número de participantes en su realización.

Después, acudió de nuevo al encerado para escribir esto:



Los sofistas y Sócrates.,Platón.,Aristóteles.,Estoicismo y Epicureismo.

El cristianismo.,Spinoza y Hume.,El Utilitarismo.,Nietzsche.

Cuando todos hubieron copiado la lista, Andrés pidió que para la próxima clase tuvieran decidido sobre qué autor o teoría iban a trabajar. Luego,

Jordi quiso saber de cuánto tiempo disponían para realizar la labor.

-Sería bueno que me entregarais los escritos en el plazo de una semana, esto es, para el próximo jueves o, lo más tarde, para el viernes que viene.

No faltaron las mismas quejas que se dejaban escuchar cada vez que un profesor ponía fecha para la entrega de un ejercicio.

-Veréis, es que tengo la intención de elaborar una especie de cuadernillo con vuestras aportaciones para ir leyéndolo en las clases que restan hasta acabar el curso. Así, todos conoceréis cuáles son los demás “caminos de la felicidad”.

A los muchachos no les pareció una mala idea.

-Hasta que estén hechos los trabajos, aprovecharé una clase para hablaros de la relación que existe entre la ética y la política; luego, dedicaré otras dos para hablaros de las éticas normativas (con dedicación especial a la ética de Inmanuel Kant) y de las éticas críticas o metaéticas: el intuicionismo, el emotivismo, el prescriptivismo y el descriptivismo. Estas también irán incluidas en el cuadernillo. De este modo, espero que al final tengamos una idea bastante completa sobre la ética.

Tras decir esto, Andrés preguntó si alguien tenía alguna duda. Ante la callada por respuesta dio por concluida la clase y se despidió de todos con su acostumbrado “que os vaya bien”.

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